Las historias que nos unen

בס״ד

La semana pasada festejábamos Simjat (la alegría de la) Torá, una celebración marcada por el final del ciclo anual de la lectura de la Torá, Pentateuco, y que inmediatamente después comenzamos a releer desde el principio.

Con el regreso de los exiliados de Judá, liderados por Zorobabel en el 537 a. e. c., el Rey persa Ciro el Grande no solo acabó con el exilio forzado sino que permitió también a los judíos la reconstrucción del Templo de Jerusalén y las murallas de la ciudad. El primer día del mes séptimo del año 444 a. e. c.., poco antes de la reparación de las murallas, Nehemías (s. V a. e. c.), fijó la lectura pública de la Torá, una tradición que aún dura en nuestros días. Cada semana leemos una de las 54 perashot (porciones) de la Torá que narran desde el principio de los tiempos y los inicios del Pueblo de Israel (Génesis), nuestra liberación de la esclavitud de Egipto (Éxodo), y estadía en el desierto donde Dios entregó la Ley a Moisés en el Monte Sinaí, hasta alcanzar la Tierra Prometida (Levítico, Números y Deuteronomio).

Es muy importante tener en cuenta que la Torá, como nos indica el Rabino David Luzzato, no es un libro de historia y no podemos estudiarlo como tal, sino que debemos aprender de él sobre lo que ha representado durante más de tres milenios; Unidad.

Antes de continuar conviene recordar que el pueblo judío, aun hoy día, comparte numerosos resquicios babilónicos (y éstos de los sumerios), como el calendario o la grafía hebrea, entre otros, por lo que no debe sorprendernos que también compartamos relatos o mitos.

Esta semana leemos la Perashá de Noaj, Noé (Génesis 6;9 – 11;32), la cual narra la universalmente conocida historia del Diluvio. Este es el mejor ejemplo que disponemos sobre un «prestamo literario» sumerio-babilonio, solo que en esta ocasión el objetivo es reforzar el concepto del monoteísmo.

Como ya he mencionado, el relato bíblico del Diluvio no es patente hebrea, pues existen relatos más antiguos que el propio pueblo judío, y cuyos orígenes se remontan en la ciudad de Nippur, a 150 km de la ciudad de Ur de los Caldeos, en el segundo milenio antes de la Era Común. El texto sumerio, escrito en una tabla de arcilla de unas 270 líneas, narra la disputa entre las deidades Enki y Nintu, creadores de los hombres, con otros dioses dispuestos a acabar con la raza humana. Enki, al respecto, declara:

Yo me opongo a la destrucción de mi raza humana

Sin embargo el comportamiento y griterío de los humanos privaba a los dioses del reparador sueño, por lo que decidieron enviar un diluvio para su destrucción. La decisión de los Grandes dioses es inalterable. Entonces aparece en la escena el devoto Ziusudra, llamado también Utnapishtim en la Epopeya de Guilgamesh, o conocido como Atrahsis por los acadios, Rey de Shurupak, que no solo fue advertido por Enki del mal que estaba a punto de cernirse sobre todo la tierra, sino que le dio instrucciones de cómo constuir un barco (con los materiales de su propia), para salvarse él, su familia y algunos animales más.

En un instante el Diluvio engulló la ciudad de Shurupak y el resto de las ciudades sumerias y el Diluvio hubo recubierto la tierra durante siete días y siete noches.

El relato de la paloma también figura en la Epopeya de Gilgamesh, en la tablilla XI:

Cuando llegó el séptimo día, cogí una paloma y la solté. La paloma se fue y luego vino al no ver dónde posarse. Luego cogí una golondrina y la solté y luego vino al no ver dónde posarse. Luego cogí un cuervo y lo solté, pero al ver que las aguas se habían retirado picoteó, graznó, chapoteó y ya no regresó.

Resulta curioso que en el relato bíblico ocurre precisamente al revés; Noé suelta primeramente el cuervo que al no encontrar dónde posarse regresa al barco y al tercer intento es cuando suelta una paloma que regresa con una rama de olivo, dando por hecho el retroceso de las aguas.

Finalmente Utnapishtim recibirá de Enki y Nintun la vida eterna como alianza entre los dioses y el hombre, y quizás como motivo de gratitud por su devoción a ellos. Posteriormente el Rey Guilgamesh de Uruk tras una enorme travesía le implorará a Utnapishtim que le sea revelado el secreto de la vida eterna tras el shock ocasionado por la pérdida de su compañero Enkidu.

El relato bíblico de Noé comienza describiendo a nuestro protagonista como a un hombre justo, perfecto entre sus generaciones. La devoción de Noé y la de Utnapishtim son la base de ambos relatos para el pacto que posteriormente Dios y las deidades sumerio-babilónicas tendrán para con los hombres, y sus descendientes.

Reforma religiosa contra la locura

La figura del dios egipcio Amón tuvo que dejar un gran impacto en el Rey Menashé de Judá puesto que fue así como llamó a su primogénito y futuro Rey de Judá. Menashé fue uno de los grandes idólatras de la historia judía -y que según el Talmud, junto con los reyes Yerovam y Ajav, no tendrá lugar en el mundo venidero (Sanhedrin 102)-, e hizo todo lo posible para ir contra la Ley como profanar el Templo instalando prostitutas y prostitutos rituales (2 Reyes 23,7), o sacrificar niños en el valle del Hinón, incluso a sus propios hijos (2 Crónicas 33, 6). Medio siglo de terrorífico reinado finalizan con la muerte de Menashé y su hijo Amón, dejando un pueblo sumido en el caos y la locura. Entonces Josías es entronizado Rey de Judá.

La historia de Josías comienza tras su coronación a la edad de ocho años. Diez años después el Sumo Sacerdote Jilquías encuentra escondido, al parecer todos los documentos sacros habrían sido destruídos por Menashé, un primitivo manuscrito del Deuteronomio que el Rey utiliza para dar un giro radical y salvar al judaísmodestruye los altares levantados por su abuelo y prohibe cualquier deidad oficializando así el monoteísmo. Es la época en la que se comienza a compilar toda la historia ya escrita y sabida generación tras generación, desde el principio de los tiempos hasta la unidad del pueblo judío liderados por Moisés. Tras estas reformas llegarán dos siglos después las de Esdras y Nehemías para formar el judaísmo clásico tal y como lo conocemos, con prácticas y costumbres que aún hoy mantenemos vivas.

No podemos adjudicar a Josías la redacción de Noé, ni de ninguna otra porción de la Torá u otro libro, sin embargo sí recae en este monarca la iniciativa de unir al pueblo mediante la Torá, un conjunto de historias y elementos ya existentes y elaborarlos para tomar un nuevo sentido; unirnos como pueblo.

Yom Shlishí, trigésimo día del mes sexto, 5780

Que en Av celebremos nuestro regreso a Sión

בס״ד

Según la tradición judía durante el mes de Av debe invadirnos un espíritu de tristeza al coincidir con fatídicos acontecimientos acaecidos durante el 9 de este mes en diferentes épocas de la historia; entre las más dolorosas y traumáticas se encuentran la caída y destrucción de Jerusalén y del primer templo tras la invasión babilónica (598 a. e. c.), y siglos después, la destrucción del segundo templo de Jerusalén a manos del Imperio Romano (año 70 d. e. c.). Un 9 de Av del año 135 también fue aplastada la rebelión de Bar Kojba -la soberanía judía no sería restablecida hasta 1948-, y la expulsión judía de España en 1492.

Durante el 9 de Av se acostumbra a ayunar como recordatorio de estas desgracias. Sin embargo, basándonos en una profecía de Zacarías, no solo exige su anulación sino festejar estos días con alegría a partir del momento que Jerusalén vuelva a estar bajo soberanía judía.

Caída de Jerusalén por Nabucodonosor II

Con la muerte del Rey Josías de Judá en el año 609 a. e. c. a manos de los egipcios la total independencia del reino de Judá desapareció por completo. Sin embargo Egipto no gozaría por mucho tiempo de esta victoria. Cuatro años después Nabucodonosor II de Babilonia derrotó a los egipcios en la Batalla de Carquemis. El Rey Joaquín de Judá, impuesto por los nuevos amos egipcios, viendo que hordas babilónicas se aproximaban hacia su territorio solicitó auxilio a Egipto para repeler la inminente invasión, una ayuda que nunca se produjo por lo que Judá pasó drásticamente a manos de Babilonia. Tras sitiar y conquistar Jerusalén en el año 597 a. e. c. Nabucodonosor II deportó al rey, a la nobleza y a la élite judaíta a Babilonia (campesinos y la clase baja permanecieron en la ocupada Judá), una práctica muy común de la época el transferir población indígena de un lugar a otro con el fin de poner fin a cualquier aspiración nacionalista. Sin embargo el pueblo judío exiliado jamás se olvidó Jerusalén.

Tablilla en texto cuneiforme localizada en Al Yahudu, o «la ciudad de Judá»,
una localidad babolínica con gran presencia de los exiliados judaítas de Judá.
Museo de las Tierras de la Biblia, Jerusalén

Nabucodonosor II decide entronar como rey de Judá a Sedecías, tío de Joaquín, y en el año 594 a. e. c. el rey judío acaba rebelándose contra Babilonia. El resultado fue del todo catastrófico; en el año 587 a. e. c. Nabucodonosor II arrasa completamente Judá y tras meses de asedio en el noveno día del quinto mes (9 de Av) del año 586 a. e. c. Jerusalén cae y es arrasada hasta sus cimientos bajo incontables pilas de cadáveres, la mayoría muertos de inanición debido al prolongado sitio. El Rey Sedecías cae preso y antes de que sus cautivos le arrancasen sus ojos puede contemplar cómo son torturados y asesinados sus hijos acabando así con cualquier posibilidad de sucesión al trono de Judá. Sedecías termina sus días encadenado en Babilonia.

En la Judá ocupada por babilonia, aún quedan judaítas encargados de cuidar y cultivar la tierra para, también, alimentar al ejército invasor. Nabucodonosor pone como gobernador de Judá a Guedaliá Ben Ajikam, que mantiene una relativa calma durante un breve periodo de tiempo bajo un humillante tributo a Babilonia. Debido al malestar general entre la población judaíta ante esta dependencia, surge una facción contra Babel liderada por Ismael Ben Netaniá que acaba por asesinar a Gedaliá, poniendo fin al asentamiento judío en la Tierra de Israel, hasta el regreso de los exiliados a Sión siete décadas después.

Tras setenta años de exilio judío cae Babilonia a manos del Imperio Persa y Ciro I el Grande decreta el regreso de los judíos a Judá, ahora provincia persa de Yahud. Su generosidad fue tal que no solo autorizó el regreso de los judíos (y otros pueblos sometidos por los babilónicos), además se aseguró de costear los gastos de la reconstrucción del Templo de Jerusalén.

Caída de Jerusalén por Tito

La convulsa época de los hasmoneos, linaje de los Macabeos que liberaron Judea de la tiranía seléucida (164 a. e. c.), trajo consigo una Judea a veces independiente y otras títere de potencias vecinas, cuando no víctima de guerras fratricidas. La última de ellas conllevó la pérdida de la soberanía judía hasta su recuperación durante la Rebelión de Bar Kojba en el 132 d. e. c.

A la muerte de Rey hasmoneo Alejandro, Salomé (Shlomzion) Alejandra quedó viuda, por segunda vez de un rey, convirtiéndose en la primera mujer en gobernar Jerusalén desde Atalía (842 – 835 a. e. c.). Mientras reinaba, su hijo Juan Hircano II asumió el cargo de Sumo Sacerdote. La dinastía hashmonea desde sus inicios incumplió la tradición judía de ungir como rey a descendientes de la Casa de David, auto proclamándose como reyes y asumiendo además las funciones del sumo sacerdocio, cargo que pertenecía por derecho a los descendientes del Sumo Sacerdote Sadoc desde los tiempos del Rey Salomón. Sin embargo Shlomzíon, al ser entronizada, siendo mujer tenía prohibido ostentar el sumo sacerdocio por lo que pasó a manos de su hijo.

Cuando Shlomzion murió en el 67 a. e. c. sus dos hijos Juan Hircano II y Aristóbulo II se disputaron el reino, siendo derrotado Juan Hircano II en Jericó.

En su exilio, Juan Hircano II entabló una fuerte alianza con Antípater II el idumeo -padre del futuro rey Herodes el Grande el constructor-, quien le ayudó a subir al trono haciendo que Aristóbulo II huyese a Jerusalén perseguido por el rey Aritas III el nabateo, pariente de Antípater II en el año 64 a. e. c. Mientras esto se acontecía en el sur, en el norte Pompeyo anexionaba Siria dando por finalizado el Imperio seléucida. Pompeyo, planeando seguramente futuras anexiones para Roma, se interesó por sus nuevos vecinos sureños y, a petición de los fariseos cansados de las luchas internas hasmoneas, medió entre los dos hermanos rivales.

Pompeyo acordó buscar una solución justa para ambos, sin embargo Aristóbulo II acabó por engañar a Pompeyo quien aprovechó esta oportunidad para conquistar Judea. Pasaron tres meses asediando Jerusalén hasta que las legiones romanas ocuparon Monte del Templo asesinando a sacerdotes y protectores. Murieron alrededor de 10 000 judíos. La monarquía hasmonea fue abolida y Pompeyo nombró a Juan Hircano II Sumo Sacerdote y gobernador de Judea, nombrando como su ministro a Antípater II, fundador de la dinastía herodiana.

Este fue el principio de la ocupación romana de la Tierra de Israel, que se hizo efectiva en el año 6 d. e. c. cuando Judea fue incorporada como provincia romana.

Fue entonces cuando la situación comenzó realmente a tensarse entre la población. Los romanos asumieron el derecho de nombrar al Sumo Sacerdote, lo que provocaron las primeras protestas judías. El Emperador Calígula aumentó el descontento popular cuando ordenó levantar una estatua suya en el Templo de Jerusalén. Estos y otros episodios fueron el detonante para que seis décadas después estallase la Primera Guerra Judeo-Romana (66-73).

El conflicto que derivó en la destrucción del segundo Templo comenzó como un pogromo en Cesarea organizado por los griegos y consentido por los romanos, cuyas legiones no intervinieron para detener la masacre. Luego del ataque, la población judía se enteró que el procurador romano Gesio Floro había robado dinero del tesoro del Templo, lo que hizo estallar la rebelión. El expolio hizo que el Sumo Sacerdote Eleazar Ben Ananías cesara las oraciones y sacrificios en el Templo en honor al emperador romano y mandó a atacar a la guarnición romana de Jerusalén. Tras esto, Cestio Galo reunió una importante fuerza en Acre para marchar hacia Jerusalén.

Los judíos repelieron las fuerzas romanas, pero no pudieron contra las cuatro legiones romanas (60 000 hombres)  del general Vespasiano que lograron aplastar la resistencia judía del norte en el año 68. En el año 69 Vespasiano fue nombrado emperador de Roma dejando a su hijo Tito encargado de continuar el asedio y tomar Jerusalén. Pero Tito no pudo romper las defensas de la ciudad en un solo asalto y el ejército decidió sitiar la ciudad.

Jerusalén estaba condenada pues la ciudad no disponía de suficiente agua y alimentos debido a que dos meses antes decenas de miles de peregrinos habían llegado a la capital por Pesaj, la pascua judía, y miles de jerosolemitanos murieron de hambre y de sed durante el largo asedio.

En el año 70 (año 3831 del calendario judío), del día 9 del mes judío de Av los romanos rompieron las murallas y saquearon la ciudad. Miles murieron en condiciones terribles tal y como relata el historiador Flavio Josefo durante el saqueo de la ciudad y la destrucción del Templo, y fueron robados los tesoros ocultos en él incluyendo la Menorá de oro puro. Este hecho quedó reflejado para la posteridad en el Arco de Tito, situado frente al Coliseo Romano y cuya construcción fue posible gracias a las riquezas saqueadas.

Luego de la destrucción del Segundo Templo y posteriormente la pérdida total de la soberanía judía (Tercera Guerra Judía contra Roma; 135), hasta 1948, el judaísmo tuvo que desarrollarse y evolucionar para amoldarse a un nuevo concepto: un judaísmo sin templo y sin tierra.

Con el restablecimiento de la soberanía judía en 1948, y la posterior reunificación de Jerusalén junto con Judea y Samaria en 1967, ¿debe el judaísmo amoldarse a una nueva realidad: un judaísmo sin templo pero con soberanía en nuestra tierra ancestral? ¿Debemos comenzar a dejar de llorar el pasado, alegrarnos por el presente y continuar construyendo nuestro futuro en la Tierra de Israel para luchar juntos contra cualquier amenaza externa?

El objetivo del ayuno es llegar al arrepentimiento, y si no lo hay el no comer durante 25 horas no sirve de nada.

Recordemos estos y otros sucesos acontecidos a lo largo de nuestra historia en la Tierra de Israel para reforzar nuestra identidad en ella y ser conscientes de nuestra responsabilidad de defenderla.

En el 9 de Av nos dicen que lloremos, yo os digo que además recordemos, y que también celebremos nuestro regreso a Sión.

Se sentarán los ancianos y las ancianas en las plazas de Jerusalén, cada uno con su báculo de ancianidad en su mano. Y las plazas de la ciudad estarán llenas de mancebos y muchachas jugando

“El ayuno del mes cuarto, y el ayuno del quinto (9 de Av), y el ayuno del séptimo y el ayuno del décimo, serán para la casa de Judá alegría y regocijo y festividades”.

Zacarías 8, 4-5, 8-19

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Yom Jamishí, séptimo día del mes quinto, 5779

En el mes décimo, vino Nabucodonosor rey de Babilonia…

בס״ד

El 10 de Tevet es un día de conmemoración para el pueblo judío, día de ayuno en recuerdo a los funestos acontecimientos ocurridos en Judea cuando Nabucodonosor II, rey de Babilonia, puso sitio a la ciudad de Jerusalén y que meses después llevó a la destrucción tanto de la ciudad como del primer Templo de Jerusalén, construido por el Rey Salomón.

«En el mes décimo, vino Nabucodonosor rey de Babilonia y todo su ejército contra Jerusalén y la sitió (10 de tevet).  En el undécimo año de Sedecías, en el mes cuarto, el día nueve del mes, hicieron una brecha en la ciudad (9 de av)».

Jeremías 39, 1-2

Las Crónicas mesopotámicas de los primeros años de Nabucodonosor II, registran también la batalla de Carquemis en el año 605 a. e. c., y la captura de Jerusalén en el año 597 a. e. c.

11. En el séptimo año (del reinado de Nabucodonosor), el mes de Kislev, el rey de Akad reunió sus tropas, marchó hacia la tierra de Hatti (Siria),
12. Y sitió contra la Ciudad de Iaahudu (de Judá, es decir, Jerusalén) y en el segundo día del mes de Adar, tomó la ciudad y capturó al rey (Joaquín).
13. Nombró allí a un rey de su propia elección (Sedecías), recibió su pesado tributo y envió (a la clase política de Judea) a Babilonia.

Imagen: wikipedia

Relato histórico

Con la muerte de Josías, rey de Judá, en el año 609 a. e. c., a manos de los egipcios, la soberanía judía desapareció por completo. Sin embargo, Egipto no gozaría mucho de esta conquista pues cuatro años después Nabucodonosor derrotó a los egipcios en la batalla de Carquemis, de modo que Judá pasó a manos babilónicas. Pese al pedido de auxilio del Rey de Judá Joaquín al país de los faraones -que por otro lado, fue un rey puesto por Egipto -, la ayuda nunca llegó. Tras un primer sitio y posterior conquista de Jerusalén (597 a. e. c.), Nabucodonosor II deportó a Babilonia al rey Joaquín junto a los nobles y ciudadanos de la élite judaíta, mientras que los campesinos y la clase baja quedaron en Judá. Nabucodonosor II decide poner como rey de Judá a Sedecías, tío de Joaquín, y en el año 594 a. e. c. , decide rebelarse contra Babilonia. El resultado fue dramático; en el año 587  Nabucodonosor II arrasa completamente Judá durante dieciocho largos meses y vuelve a poner sitio sobre Jerusalén. Tras meses de asedio en el año 586 Jerusalén cae y es arrasada hasta sus cimientos bajo incontables pilas de cadáveres, la mayoría muertos por inanición. Sedecías es apresado y contempla cómo matan a sus hijos. Acto seguido le arrancan los ojos y es enviado como esclavo a Babilonia donde murió encadenado.

El sitio de Jerusalén está considerado como un episodio apocalíptico debido a su dureza. El hambre y la desesperación en la ciudad quedan reflejados en el libro de las Lamentaciones:

Las manos de las mujeres hasta ayer, plenas de compasión, han cocido a sus propios hijos.
Éstos fueron su alimento durante la destrucción de la hija de mi pueblo
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Parthenos

En el 10 de Tevet también conmemoramos otra “desgracia”, la traducción del Tanaj (Biblia judía) al griego, más conocida como Septuaginta, por orden del rey griego de Egipto Ptolomeo II Filadelfo.

En año 280 a. e. c. el faraón Ptolomeo II Filadelfo encargó a 72 sabios judíos la tarea de traducir por separado la Torá al griego koiné, o griego helenístico, la lengua común hablada en todo el mundo heleno. Según la leyenda, el soberano de Egipto quedó impresionado debido a la exactitud de todas las traducciones, un hecho catalogado como milagroso para místicos y religiosos que dejaba clara la fiabilidad de esta gran obra. Para el año 100 a. e. c. todos los libros judíos habían sido traducidos al koiné, siendo conocida dicha traslación como Septuaginta o Canon de Alejandría. 

Esta traducción supuso la supervivencia del judaísmo fuera de los límites de Judea, debido a que el griego koiné era el idioma materno de gran parte de los judíos asentados en la diáspora y continuó siendo de vital importancia para futuras generaciones. Cien años después del inicio de la Septuaginta, los mas de dos millones de judíos que vivían fuera de Judea evitaron de este modo su asimilación.
El Canon de Alejandría fue compilado a finales del siglo II a. e. c., sin embargo la tradición judía excluyó varios de sus libros, dando lugar a la creación del Tanaj, la Biblia judía, o también conocido como el Canon Jerosolimitano, compilado cuatrocientos años después, el cual consta de 39 libros a diferencia de los 44 del alejandrino.
Entre los libros que fueron excluidos del Canon Jerosolimitano se encuentra una historia de revolución, luchas y triunfos militares; los libros I y II de Macabeos.

La desgracia no fue traducir el texto a un idioma que todos pudiesen comprender sino que, con el tiempo, gente extraña interpretó y moldeó el texto a su antojo con terribles resultados. En base a este poder interpretativo veremos como, por ejemplo, el cristianismo primitivo se verá a sí mismo como el verdadero Israel comenzando así una postura totalmente intolerante contra el judaísmo que duraría casi dos milenios.

Un nueva nueva realidad

Tras la destrucción del Segundo Templo (70 e. c.), y la pérdida total de la soberanía judía (135), el judaísmo tuvo que desarrollarse y evolucionar para amoldarse a un nuevo concepto: un judaísmo sin templo y sin tierra. Con la recuperación de la soberanía judía en 1948, y posteriormente de Judea y Samaria en 1967, el judaísmo ahora más que nunca debe de amoldarse a una nueva realidad: un judaísmo sin templo pero con soberanía. Debemos recordar estos y otros sucesos acontecidos a lo largo de nuestra historia, pero a la vez debemos de pensar en desarrollar y evolucionar nuevamente el judaísmo.

Zejaria (Zacarías) anuncia que cuando se sentarán los ancianos y las ancianas en las plazas de Jerusalén, cada uno con su báculo de ancianidad en su mano. Y las plazas de la ciudad estarán llenas de mancebos y muchachas jugando para, unos versículos más abajo continuar  diciendo que el ayuno del mes cuarto, y el ayuno del quinto, y el ayuno del séptimo y el ayuno del décimo (10 de Tevet), serán para la casa de Judá alegría y regocijo y festividades.

Jerusalén vuelve a ser judía, los ancianos y las ancianas se sientan en sus plazas báculo en mano, y los niños corretean por sus plazas jugando, disfrutando de la vida.

Yom Jamishí 10 de Tevet de 5778
Jueves, 28 de diciembre de 2017