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Las históricas Judea y Samaria (Yehudá veShomron יהודה ושומרון), o West Bank como mejor se conoce a nivel internacional desde hace tan solo seis décadas a Cisjordania es el plato fuerte en la ronda de negociaciones entre israelíes y palestinos.
Conviene recordar que el término cisjordania ni siquiera es árabe si no un neolatinismo que comenzó a utilizarse cuando Jordania se anexionó de forma ilegal a Judea y Samaria en 1950. Antes de esa fecha la región era mundialmente conocida ya desde épocas bíblicas como Judea y Samaria e incluso figura como tal en la Resolución 181, que habla de la Partición de Palestina (1947).
La parte palestina reclama la totalidad de cisjordania como parte, junto con la Franja de Gaza, del futuro estado palestino, con el este de Jerusalén como capital. Pese a que en anteriores conversaciones de paz Ehud Barak ofreció al entonces líder palestino Yaser Arafat el 95 % de Cisjordania y la parte este de Jerusalén como capital, y el rais se negó en rotundo. Lo quería todo y no le importaba lo más mínimo que su pueblo estuviera hacinado en cientos de campos de refugiados mientras su mujer dilapidaba en las mejores boutiques de Europa el dinero en donaciones internacionales destinado al pueblo palestino. Se estima que el monto total en donaciones supera tres veces el coste del Plan Marshall de Estados Unidos cuyo dinero ayudó a reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Nadie se explica dónde puede estar y si queda algo de esa enorme cantidad de dinero y a nadie parece importarle.
Para seguir con la tradición del «todo por el todo» Abu Abbas, líder de la ANP con quien negocia Israel, exige al gobierno israelí que desmantele todos los asentamientos y evacue al medio millón de judíos israelíes que viven en Judea y Samaria para el establecimiento del estado palestino. Abbas añadió recientemente además que: «en una solución final, nosotros no veríamos la presencia de un solo israelí -civil o soldado- en nuestras tierras«. Dado que en el lenguaje palestino «israelí» es sinónimo de judío, estaríamos hablando de una limpieza étnica programada por parte palestina convirtiéndose esta en la primera nación, desde la Alemana nazi, en prohibir por ley la permanencia de judíos (o israelíes) en un determinado país.
Prohibir la presencia de israelíes o judíos en el futuro estado palestino es seguir la política de Arafat: no queremos independizarnos,
queremos seguir culpando a Israel de nuestras desgracias y viviendo de las ayudas de la ONU, EEUU, Europa, Israel y las naciones árabes puesto que saben perfectamente que el pueblo judío, ni Israel, jamás renunciarán al legado histórico-cultural judío que encierra Judea y Samaria. De echo el término «judío» (
yehudí) es el que más puede representar la conexión de nuestro pueblo con Judea (
Yehudá).
«Un hombre judío había en Shushan, la capital y su nombre era Mordejai hijo de Yair hijo de Shimi hijo de Quish, hombre de Yemén que fue exiliado de Jerusalem…«
El relato está sacado del Libro de Ester, que cuenta la historia de cómo una judía de nombre
Ester, ayudada y aconsejada por su tío
Mordejai, evitó que el Hamán, Primer Ministro persa, exterminara a toda la población judía de Persia, que la componían 127 estados, hace ya más de 2.300 años.
Esta es la primera vez que en la
Tanaj (Biblia judía) se utiliza el término judío para referirse a los
Bnei Israel, o
Hijos de Israel, llamados así en un principio por ser descendientes de
Yacob que más tarde cambió el nombre por
Israel.
Mordejai es llamado «judío» precisamente por su procedencia antes de ser expulsado en el primer exilio:
Judea. Es a partir de este echo que los descendientes de los exiliados comenzaron a ser conocidos como judíos.
Pero hay más legado judío en
Judea y Samaria. Otro ejemplo, y el considerado más importante ademas de ser el segundo lugar más sagrado para el judaísmo, es la
Cueva de Majpelá en
Hebrón.
Y levantóse Abraham e inclinóse respetuosamente ante la gente de Jet y dijo: «Si es de vuestra voluntad sepultar a mi muerta, ruégoos intercedáis ante Efrón, hijo de Tzójar, para que me ceda la cueva de Majpelá que posee en el extremo de su campo, por todo su valor en plata, como sepultura de propiedad mía en medio de vosotros«
Obtenido de la Tanaj en su versión castellana
conforme a la tradición judía por
Este relato es considerado como uno de los acuerdos de compraventa más antiguos del mundo y la primera transacción económica de la historia judía en esta tierra.
Majpelá es la
Tumba de los Patriarcas en la cual y según nuestra tradición además de estar enterrada
Sara, la mujer de
Abraham, también lo está el propio
Abraham,
Itzjack,
Rivka,
Yacob/
Israel y
Lea, es decir, los Patriarcas y Matriarcas del pueblo judío.
Judea y Samaria está, en definitiva, salpicada de restos arqueológicos que demuestran una conexión real de esta tierra con el pueblo judío. Una identidad forjada con el paso de los siglos y que permanece en cada uno de nosotros.
Suponer que vamos a deshacernos sin más de toda esta región ligada a nuestra identidad es perder el juicio.
¿A caso vamos a negociar la perdida de nuestra identidad? De ninguna manera.
Los israelíes queremos negociar la paz, pero nuestro vecino tiene una lista de exigencias (
Jerusalén,
refugiados palestinos…) que nos lleva a pensar que para la creación de un estado palestino es imperativo la destrucción de nuestra identidad y nuestra nación.
Parafraseando a la gran
Golda Meir: «
podría entender que los árabes quieran borrarnos del mapa. Pero, ¿es que realmente pretenden que cooperemos con ellos en eso?»
Estas negociaciones pretenden que lo hagamos. Que cooperemos en destruir nuestra identidad.
Seguiremos aquí impidiendo que eso pueda ocurrir.
Yom Rishon , 5 de Elul de 5773
Domingo, 11 de agosto de 2013
דוד יאבו
David D. Yabo
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