La UNESCO adjudica a los palestinos más patrimonio judío.

בס״ד

La UNESCO mediante una votación semi secreta acaba de nombrar «Patrimonio de la Humanidad Palestino en peligro» a un edificio cuya construcción fue iniciada en Judea por un Rey judío – Herodes el Grande (37 a. e. c. – 4 a. e. c.) -, quien a su vez fue también responsable hace dos mil años de la ampliación del II Templo de Jerusalén en el Monte del Templo, otro lugar judío expoliado por la UNESCO.

La Cueva de los Patriarcas en Hebrón es el segundo lugar más importante para el pueblo judío. Según nuestra tradición fue allí donde Abraham compró a Efrón el Itita por 400 siclos una cueva para enterrar a su mujer Sara. Posteriormente sería también la tumba del propio Abraham y la de su hijo Isaac y su mujer Rebeca, y mas tarde la de su nieto Yaakov junto su mujer Lea. Por siglos fue un lugar de culto judío hasta que los mamelucos prohibieron la entrada a los judíos en el Siglo XIV, dicha prohibición duró la friolera de 700 años hasta que el ejército israelí liberó la ciudad de Hebrón en 1967. Desde hace 50 años judíos, cristianos y musulmanes pueden, además de entrar, rezar en la Cueva de los Patriarcas.

Por la votación favorable de esta semana podemos sacar al menos una conclusión clara: que Israel permita la libertad de culto en la Cueva de los Patriarcas es para la UNESCO motivo por el cual incluir a Majpelá en «Patrimonio Humanitario en peligro». ¿En peligro de qué, de judeizar un lugar que históricamente es judío?

También es peligroso para la UNESCO, y muy incómodo, que Israel realice excavaciones arqueológicas en la explanada del Kotel tal y como lo refleja el informe Jerusalén y la aplicación de la resolución 36 C/43 y la decisión 191 (página 2 punto 6).

Cada vestigio judío descubierto es una tortura. Cada metro excavado  sin poder demostrar un legado palestino en Jerusalén es una resolución más contra Israel.

Las resoluciones de corte anti israelí que emite la UNESCO no solo perjudican a Israel, también perjudican el legado judío de la Tierra de Israel. ¿Cómo puede ser que la Cueva de los Patriarcas, o el Muro Occidental también conocido como muro de los lamentos o en su forma hebrea Kotel, sean lugares del Patrimonio Palestino si fueron construidos en Judea por un rey judío y sus súbditos judíos?

Analizando Palestina.

La UNESCO podría referirse a Palestina como la region gobernada por los antiguos filisteos, invasores del mediterráneo cuya civilización desapareció en el Siglo v a. e. c., sin embargo solo ocuparon la zona costera de Gaza y la costa israelí, pero solo – y por ser generosos -, hasta el sur de la actual ciudad de Tel Aviv. Un área infinitamente menor de la que los revisionistas históricos quieren vender como la «Palestina Histórica».

Fuente: wikipedia

La UNESCO podría referirse al neolatinismo Palaestina, provincia romana nombrada así por Adriano, sin embargo ésta tuvo su origen en el año 135 de la Era Común, cuando todos los edificios judíos expoliados por la UNESCO ya habían sido construidos o reformados por judíos en Judea.

Si la UNESCO se refiere al período de dominación árabe de la Tierra de Israel y con ello a la «Palestina Histórica», habría que dejar claro que nunca existió una entidad soberana llamada Palestina desde la invasión y ocupación islámica del año 638 hasta 1995, y a partir de esta fecha tan solo áreas con cierta administración en Cisjordania bajo un Acuerdo con el Estado de Israel. Nunca una soberanía independiente.

Desde el año 638 hasta nuestros días no existe indicio alguno en la historia o la arqueología que indique la existencia de una Palestina soberana o independiente. Palestina existió únicamente como provincia durante la dinastía Omeya (661-750), el califato Abasí (750-945), los turcos selyúcidas (1037-1157), además de bajo dominio cruzado (1098, 1099-1187 (este último único período de la historia que Jerusalén es capital cristiana), después bajo dominio de Saladino estableciendo la dinastía de los ayubíes (1171-1250), Mamelucos (1250-1517) y finalmente bajo el Imperio Otomano (1517-1923) pasando a ser parte del Protectorado Británico en 1920. Hasta 1948 tras la independencia del Estado de Israel.

Palestina durante los casi 500 años bajo el Imperio Otomano estuvo anexionada a Siria, y otro nombre que recibía Palestina era el de la baja siria. Sobre esto podemos estar seguros por algo muy simple: los jerosolimitanos pagaban sus impuestos a Damasco, no a Jerusalén.

Si la UNESCO se refiere a Palestina como el país de facto – no soberano -, aprobado por la ONU en 2012 mediante la resolución no vinculante 67/19, estaríamos hablando de un episodio anacrónico sin precedentes, adjudicando un patrimonio que pertenece a otro pueblo que existió en esa región dos milenios antes.

Conclusión.

Si no existió una Palestina independiente que legase al mundo su propio Patrimonio Humanitario, ¿por qué la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (¿?), la Ciencia y la Cultura emplea todos sus recursos para demostrar lo contrario? El declive de esta organización, así como la organización madre – ONU -, se debe al desequilibro de los grupos intergubernamentales y alianzas dentro del sistema de las Naciones Unidas, en especial al aumento de los países árabes que ingresaron a partir de los años setenta, época en la cual las resoluciones contra Israel aumentaron considerablemente. Tanto la ONU como la UNESCO están secuestradas por teocracias musulmanas y dictaduras de todos los colores utilizando una herramienta que niegan a sus propios ciudadanos; el derecho al voto.

El comité ejecutivo de la UNESCO (58 países), está compuesto por países de la Organización para la Cooperación Islámica (23 países, + Russia como país observador), la Liga Árabe (8 países), la Unión Africana (16 países), o el G77 (Tercer Mundo, 38 países), algunos países incluí comparten más de una organización en común.

Estas alianzas son el resultado absurdas resoluciones que carecen de carácter educativo e incluso histórico. La UNESCO politiza los Patrimonios Humanitarios porque su sistema está completamente corrompido.

Para la UNESCO la tierra sigue siendo plana, pero si tenemos que buscar responsables son todos aquellos países que mediante su abstención callan ante semejante vileza. Todos ellos son cómplices de que el juego democrático sea utilizado para continuar propagando odio contra Israel y desconectar al judaísmo con nuestra patria ancestral.

Yom Rishon 15 de Tamuz de 5777
Sábado, 8 de julio de 2017

Otros 1900 años y aún seguiremos aquí

בס״ד

Si todo lo que nos cuenta la narrativa palestina fuese cierto, el Coliseo de Roma no existiría por una sencilla razón; para subvencionar la costosa obra, según una inscripción reconstruida encontrada en la zona,  fueron necesarios los tesoros robados por Roma tras la conquista de Jerusalén por el general Tito en el año 70 de la Era Común.

Este trágico capítulo de la historia del pueblo judío fue testigo, y posteriormente narrado en su obra «las guerras de los judíos«, el historiador Flavio Josefo, y que además está representado frente al Coliseo de Roma en forma de relieve en el Arco de Tito. En este arco de la victoria, podemos ver cómo legionarios romanos transportan los tesoros del Segundo Templo de Jerusalén, incluyendo el candelabro judío del mencionado Templo.

Según parece, para la narrativa palestina tampoco aconteció que cien años atrás Pompeyo conquistase Judea asediando Jerusalén por varios meses, dejando tras de sí más de diez mil muertos,  y arrebatar el sumo sacerdocio a Aristóbulo II, quien fue  reemplazado por su hermano Juan Hircano II siendo ministro Antípater, el padre del Rey Herodes. Que años después el Senado de Roma, apoyado por Marco Antonio y Octavio Augusto, nombrase Rey al idumeo medio árabe medio judío con la frase Rex socius et amicus populi Romani (Rey, aliado y amigo del pueblo romano) deberá tratarse de un cuento de hadas y no un acontecimiento histórico para aquellos que sostienen que los judíos somos invasores en esta tierra. Extraño que aún no hayan declarado a Herodes el «primer rey palestino».

¿De qué trata la narrativa palestina y qué nos quiere vender? Trata de borrar milenios de historia, de modificarla y de jugar a los anacronismos (Jesús el palestino), cuyo único objetivo es desenraizar al pueblo judío de nuestra tierra. Esto no es nuevo, ya se intentó en el Siglo II. Adriano, que este año se cumplen 1900 años de su ascenso al poder,  será recordado amargamente por el pueblo judío no sólo por pulverizar Jerusalén y renombrarla como Aelia Capitolina, también por cambiar el nombre de Judea por el de Palestina con el fin de borrar toda conexión judía de Erets Israel, porque es a este emperador romano al que le debemos el nombre latino de Palestina a esta región y no a un movimiento de liberación árabe, y menos aún musulmán.

El historiador Cassius Dio menciona en sus escritos la visita de Adriano a Jerusalén entre los años 129-130, por lo que partiendo de la propia narrativa palestina podemos prescindir del considerado junto a Herodiano como el mejor escritor de los siglos I y II. ¡Borrémoslo de la historia!

Negar el vínculo histórico religioso, cultural y arqueológico del pueblo judío con esta región es rechazar tres milenios de historia, es borrar de la memoria historiadores y emperadores. Es caer en una ignorancia supina propia de aquellos que nunca en su vida han abrierto un libro de historia. Sin duda para ellos es más fácil memorizar y repetir hasta la saciedad eslóganes fabricados desde el prejuicio por activistas de salón.

Grupos radicales como el BDS abanderan esta ideología negacionista, y que además cuenta con el apoyo de resoluciones de Naciones Unidas – promovidas por teocracias y dictaduras -, pese a los hallazgos arqueológicos e innumerables documentos que demuestran los vínculos del pueblo judío con esta tierra, donde también tuvo su origen el judaísmo.

Seguir negando lo evidente es simple y llanamente estúpido.

Desde que Roma ocupase Erets Israel bizantinos, omeyas, abasíes, selyúcidas, cruzados, ayubíes, mamelucos, otomanos y británicos entre otros han tratado sin resultado expulsarnos, arrebatarnos nuestra identidad y desenraizarnos. Continúan negándonos el derecho a nuestra tierra, ahora mediante falsas ONGs humanitarias y organismos internacionales pero, como ya escribió Mark Twain; otros pueblos han crecido y mantenido su antorcha prendida en alto por algún tiempo, pero finalmente se les apagó y ahora se encuentran en el crepúsculo o ya no existen.

Nuevos personajes se sucederán, pero el judío siempre permanecerá en su tierra ancestral.

Otros 1900 años y aún seguiremos aquí. Y Jerusalén seguirá llamándose Jerusalén.

Yom Rishon 17 de Tevet de 5777
Domingo, 15 de enero de 2017

דוד יאבו
David D. Yabo