בס״ד
El pasado viernes perdimos a dos héroes en Jerusalén: el oficial Kamil Shnaan z»l de 22 años, de Hurfeish – hijo del ex diputado israelí Shachiv Shnaan -, y el policía de fronteras Ha’il Satawi z»l de 30 años, de Maghar – deja mujer y un bebé de tres semanas -, ambos de origen druso.
Dos terroristas árabe israelíes abrieron fuego, por la espalda, contra Kamil y Ha’il que en esos momentos vigilaban el acceso al Monte del Templo (explanada de las mezquitas), el lugar más sagrado del judaísmo y tercer lugar más sagrado del islam.
Los terroristas sabían que su acción conllevaba morir, tenían claro que sería una operación suicida y aún así prosiguieron con el plan. En Israel diputados árabe israelíes han condenado el atentado, así como el presidente de la Autoridad Nacional Palestina. En Jordania sin embargo el presidente y varios parlamentarios han elogiado a los tres suicidas. Y todo esto, ¿para qué? ¿Para liberar una Palestina que nunca existió tal y como nos la presentan hoy día?
Bajo el Imperio Otomano, 1517 -1918
En la década de 1870 Palestina era una provincia de Siria divida en sectores, entre ellos Acre, Nablus y Jerusalén. Tras una reorganización territorial en 1887 el distrito de Jerusalén pasó a ser parte independiente de Palestina, siendo dirigida por el gobierno otomano. Tras la creación de la provincia siria de Beirut, en 1888, los distritos de Acre y Nablus fueron integrados en la nueva provincia hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial.
Como vemos en este breve ejemplo, Palestina – que nunca hubo soberanía independiente -, estaba incluso dividida en dos partes: el norte integrado en la provincia siria de Beirut y el sur dependiente de las autoridades de Jerusalén, que a su vez dependían de Constantinopla.
¿Dónde queda la «Palestina Histórica»? ¿Sabrán todos aquellos que mueren matando, cobardes que atacan por la espalda, que están luchando por una mentira? Quienes alimentan la narrativa palestina, ¿serán conscientes que están provocando que futuras generaciones sigan el mismo camino de muerte y destrucción?
El dramaturgo estadounidense Tennessee Williams (1911-1983), define el odio como «un sentimiento que sólo puede existir en ausencia de toda inteligencia». Matar por algo que históricamente nunca existió es otro ejemplo de total ausencia de inteligencia.
Detrás de cada acto terrorista están además quienes instan a cometerlos, por ejemplo, justificando sus acciones argumentando que una inexistente Palestina histórica debe ser liberada mediante resistencia. Una resistencia que incluye degollar niños mientras duermen en sus camas o tiros por la espalda.
Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia, nada construyen, porque sus simientes son de odio.
José Martí
Político y escritor cubano (1853-1895)
Yom Rishon 18 de Tamuz de 5777
Domingo, 16 de julio de 2017
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