Pablo VI, sellos y postales para derribar la narrativa palestina

בס״ד

Con la dinastía Omeya (661) comenzaba un dominio musulmán sobre Jerusalén que duraría doce siglos, hasta que la Sociedad de Naciones encomendó a Reino Unido -como parte de la desintegración del Imperio Otomano-, la creación de un Mandato sobre Palestina-La Tierra de Israel, una región que dependió durante siglos de la gobernación de Damasco o de Sidón, entre otras.

Durante doce siglos (661 – 1923), Jerusalén nunca fue capital de ninguna soberanía musulmana. Únicamente fue capital cristiana durante la Primera Cruzada, entre los años 1098-1187.

Con la Partición de Palestina (1947), y la posterior guerra árabe-israelí (1948-49), Transjordania anexionó de forma ilegal el territorio de Judea y Samaria, incluyendo la parte este de Jerusalén (1950) permaneciendo en su poder hasta 1967.

Durante casi dos décadas de dominio jordano, Jerusalén tampoco fue capital musulmana. Sobra decir que ningún palestino reclamó Jerusalén «capital de Palestina», porque no existía ninguna palestina.

Los judíos no hemos ocupado Jerusalén sino que, como ocurrió en distintos momentos de la historia, hemos restablecido nuestra capital.

Sin embargo, la narrativa palestina, alimentándose de mantras y ningún rigor histórico, viene a decir que Jerusalén es la «capital eterna de Palestina», que «Israel ocupó Palestina» y para demostrarlo utilizan una única fuente; un mapa a dos colores de cómo el blanco va comiéndose al verde -color del islam-. La última invención es crear una aplicación de poblados árabes haciéndolos pasar por milenarios, cuando en realidad fueron creados durante la misma época en la que los judíos necesitaban mano de obra barata (1882).

La Resolución 181 de las Naciones Unidas -Partición de Palestina-, dio a los judíos y árabes la posibilidad de crear dos estados -uno judío y uno árabe-. Sin embargo,  la posterior anexión transjordana sobre la mayor parte del territorio árabe asignado por la ONU a la futura Palestina -Judea y Samaria, además del este de Jerusalén-, hizo que Palestina nunca llegó a independizarse.

En este mapa de la revista Time en español de 1962 podemos apreciar que la palabra «Palestina» simplemente no aparece. Cisjordania era parte integral de Jordania y la Franja de Gaza estaba administrada por Egipto.

 

Peregrinación a Tierra Santa, no a Palestina.

El Papa Pablo VI en su peregrinación a Tierra Santa en 1964 visitó la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén así como la Basílica de la Natividad en Belén, ambas bajo dominio jordano y fue recibido por autoridades del reino Hachemí.

Una serie conmemorativa de sellos fue editada en honor a la visita del pontífice, donde además podemos apreciar la Cúpula de la Roca y al Aqsa.

Santo Sepulcro, Jerusalén.

Basílica de la Natividad, Belén.

Cúpula de la Roca, Jerusalén.

Al Aqsa, Jerusalén.



En una postal enviada desde Jerusalén a un señor de Barcelona en 1966 podemos apreciar en el sello la Cúpula de la Roca bajo dominio del reino jordano.


Una postal sin datación exacta del Vía Crucis en Jerusalén muestra una bandera de Jordania, y en el reverso podemos apreciar que en la época esta milenaria calle estaba bajo dominio jordano.

Cualquiera de estas imágenes tira por tierra la narrativa palestina, y no digamos ya si nos remitimos a la historia y a la arqueología.

Jerusalén Sagrada

Hace un tiempo adquirí esta réplica de medio Sheqel de la época de la Gran Revuelta judía contra Roma (66-67 e. c.), en la que podemos leer en hebreo antiguo «Jerusalén Sagradao Santa -«.

Esta revuelta devolvió al pueblo judío la soberanía sobre Judea y Jerusalén volvió a ser su capital seis siglos antes de que el islam invadiese la Tierra de Israel. A pesar de las evidencias la narrativa palestina niega al estado del pueblo judío su capital Jerusalén.

La única moneda acuñada con la palabra “Palestina” fue durante el Mandato Británico (1929-1948), una reforma monetaria que pretendía frenar el caos entre libras egipcias y liras turcas. En la moneda instaurada por Reino Unido se podía leer “Palestina” a tres grafías; latina, árabe y hebrea con la particularidad de la abreviatura entre paréntesis א״י  “Eretz Israel”, la Tierra de Israel. En esta ocasión la narrativa palestina tampoco se ve favorecida por la numismática.

A pesar de todo aún hay tontos útiles que creen que si entras a un armario puedes acabar en Narnia.

Yom shlishí 1 de Tevet de 5778
Martes, 19 de diciembre de 2017

דוד יאבו
David D. Yabo

La tierra sigue siendo plana

בס״ד

Para algunos la tierra sigue siendo plana.

Esta semana se votará en la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), una propuesta lanzada por Egipto, Argelia, Kuwait, Marruecos, Túnez y los Emiratos Árabes Unidos, y promovida por la Autoridad Palestina, para establecer que el Kotel, o Muro Occidental / Muro de los Lamentos, sea parte de Al Aqsa – explanada de las mezquitas.

No es la primera vez que la UNESCO expolia patrimonio judío en la cuna del judaísmo, es decir  en Eretz Israel (la Tierra de Israel). La Cueva de los Patriarcas y Matriarcas o la Tumba de Rajel son claros ejemplos. Además, la negativa de esta organización por que Israel demuestre su conexión histórica con Jerusalén a través de la arqueología ya causó alguna resolución en contra del Estado Judío en 2013.

La arqueología hasta ahora demuestra dos datos innegables: previa soberanía judía en Jerusalén y la ausencia de restos materiales que prueben que existió una «palestina histórica».

Cada metro excavado es una tortura para la UNESCO, cada metro sin demostrar un legado palestino es una resolución más contra Israel.

Volviendo al tema de la propuesta que mencionaba al principio, esta incluye además que el Kotel, o Muro de las Lamentaciones -término acuñado por Napoleón siglos antes del nacimiento del nacionalismo palestino-, pase a llamarse Plaza Buraq, nombre del borrico que Mahoma ató en las inmediaciones del Monte del Templo para después, según la tradición islámica, ascender a los cielos pese a que en la «travesía nocturna» no se menciona a Jerusalén.

También incluye una sonora protesta contra Israel debido a que líderes israelíes aconsejaron a la población con permiso de armas vigente, que llevasen en todo momento sus armas consigo para defenderse así mismos y a otros ciudadanos de la oleada de atentados terroristas que continúa azotando al país.

El documento llama también a condenar a Israel por las «medidas agresivas e ilegales por parte de Israel contra la libertad de culto (inciso: si no existe la libertad de culto es precisamente porque el Waqf jordano apoyado por el statu quo prohibe el rezo no musulmán en la explanada de las mezquitas), y no permitir el acceso de los musulmanes a la explanada de las mezquitas (nuevo inciso: existen dos tipos de acceso a la explanada de las mezquitas al más puro estilo apartheid: para musulmanes y para no musulmanes), y los intentos de Israel de romper el statu quo de 1967″ (ultimo inciso: puesto que parece no ser suficiente que Netanyahu diga en hebreo e inglés que Israel no está interesada en cambiar el statu quo, quizás el Primer Ministro deba de aprender árabe para que se enteren de una vez). Incluye también una condena por «continuos ataques contra la mezquita de al-Aqsa por extremistas judíos» y la «violación de la santidad de la mezquita».

Sobre esto tan solo tengo que añadir la siguiente foto y un video, y juzgad vosotros mismos sobre quien agrede la santidad del lugar.

Ahmad Gharabli/AFP
No son obras de restauración. Son fieles recogiendo piedras para lanzarlas contra judíos y turistas.
Es más que probable que la propuesta sea aprobada debido a la mayoría del bloque árabe, además de los países africanos quienes junto con una buena parte de los asiáticos votan en bloque sin necesidad de leer qué están votando, solo sabiendo contra quien votan.

Uno puede entender cómo es posible que en ocho años países como Afganistán, China, Cuba, Venezuela, Somalia, Qatar, Arabia Saudí, Mali, Marruecos, Argelia, Kuwait, Túnez o Emiratos Árabes Unidos (estos últimos cinco países promotores de la propuesta sobre el Kotel), tengan 0 condenas por Naciones Unidas e Israel un total de 61.

Abba Eban (en la portada de este artículo), ex Ministro de Exteriores de Israel explicó muy bien este fenómeno de las votaciones de las Naciones Unidas y sus diversas organizaciones:

«La ONU puede aprobar por gran mayoría que la tierra es plana, 
si eso ayuda a los intereses de los enemigos de Israel«.

Yom Shení 6 de Jeshván de 5776 
   Lunes, 19 de octubre de 2015
דוד יאבו
David D. Yabo